Y me lo quería perder …

Sábado, 15:30 horas.

Un gran conflicto pasa por la cabeza.  ¿Siesta o repartir snacks y refrescos a personas necesitadas?

Llamada de teléfono.  ¿Vamos?   ¿Mejor nos quedamos ayudando en el rastrillo?  ¿Hará falta?  ¿Qué es lo mejor?  ¿Qué hacemos …?

Casi sin darme cuenta, nos vemos en el almacén cargando la furgoneta con más de 4.000 pequeños paquetes de snacks con queso y 1.800 latas de refrescos de lima y hierbabuena.

Primeros problemas:   No cabe todo en la furgoneta.   La prudencia nos hace decidir que tendremos que hacer dos viajes.  Vuelve a la cabeza la duda de la siesta, pero no hay vuelta atrás.   Nos miramos entre nosotros y …  ¡vamos a ello!

Primer destino: un centro de ancianos sin recursos en el centro de Madrid, apenas a 15 minutos de donde estamos.

Son casi las 17:00.   Hace una tarde espléndida en Madrid.   No hay tráfico.   Mucha gente se ha ido de vacaciones de Semana Santa y está muy despejado todo.   Según entramos a la residencia, entrañables parejas de personas mayores pasean por unos jardines magníficamente cuidados.   Nos acercamos a la zona más próxima a la cocina, donde se realizará la descarga.

Tenemos que «recular» la furgoneta a través de un estrecho callejón para dejar la carga próxima a la puerta de entrada.   Por el espejo retrovisor veo aparecer con una sonrisa enorme a la Madre Teresa.   ¡Nos estaba esperando!.   No la conocía personalmente, pero había oído hablar tanto y tan bien de ella que en cuanto bajé me acerqué a darle un abrazo.   Empezaba a merecer la pena haber prescindido de la siesta.

Descargamos  la primera entrega.    Codo con codo, con la Madre Teresa y varias hermanas, llenamos varios carritos con algo más de un tercio de la carga que teníamos.   Después nos enseñaron las instalaciones:   cocina, comedores, capilla, cafetería, salones …   todo reluciente, impecable.

Según pasábamos por cada una de ellas saludábamos por los pasillos a residentes, la mayoría de ellos en silla de ruedas o con andadores.   Estaban recibiendo la visita de sus familiares.  Incluso uno de ellos nos ofreció unas torrijas que estaban merendando en la cafetería mientras otras dos personas jugaban al dominó.

Se nos empezaba a hacer tarde.   Próximos a las 18:00 nos despedimos de ellas.   Teníamos que irnos a Pozuelo.   Despedida de nuevo entrañable con grandes gestos de agradecimiento y cariño a todos los voluntarios de Avanza ONG que os hacemos llegar a través de estas líneas.

De nuevo, lento paseo con la furgoneta para salir del recinto y otra vez viendo la imagen de la soledad de personas paseando por los alrededores.   En un entorno magnífico, pero muchas de ellas solas.   Nos vamos de allí con la confianza de dejarles un poquito de alegría.   Desde luego, no es posible dejar más alegría de la que nos llevamos.

Vuelta a la furgoneta para ir rumbo a un centro asistencial donde residen madres sólas con niños a su cargo.   ¿Estará Sor Josefa?.   Para los que no lo sepáis, Sor Josefa es una monja de más de 80 años que cuida de 36 madres que tienen bebés.   Muchas de ellas sin trabajo.

Teníamos que aprovechar el viaje para ofrecer los cursos de Manicura y Pedicura que arrancan a principio de Mayo.   La próxima semana empieza el proceso de selección de alumnos y el perfil de estas personas era idóneo para el curso.

Llegamos pronto.   Sigue sin haber tráfico y podemos atravesar Madrid casi del tirón.   Al entrar en el recinto, pasamos con la furgoneta primero por el edificio que tienen dedicado al cuidado de personas mayores.

Bajamos a la puerta de la residencia de las madres.   Y allí, en la puerta, Sor Josefa.   Nos esperaba con los brazos abiertos.

Con ayuda de unas madres que estaban allí, descargamos casi todo lo que quedaba.   Tuvimos la suerte de coincidir con varias residentes y con Emilia, persona que ayuda a Sor Josefa en el día a día.   Casi 80 personas, entre madres e hijos, se iban a beneficiar de la carga que llevábamos.   Le preguntamos a Sor Josefa si tenía dos o tres alumnas para los cursos de Manicura.   ¿Dos o tres?   ¡¡17 mamás querían apuntarse!!.   Cuánta necesidad de trabajo en personas tan necesitadas…

Un ratito de conversación, y …  ¿de vuelta al almacén o cerramos ya el reparto?

En ese momento nos viene de nuevo a la cabeza la alegría que se llevarán un montón de niños necesitados con Síndrome de Down cuando vean los «gusanitos» que tenemos que cargar.   No hay opción.   Volveremos al almacén a llenar la furgoneta.

Otra vez con la carga «a tope», nos encontramos con Ángeles.   Son casi las 20:00 y está ordenando todo el local.   ¿Pero no para esta señora de trabajar?.   Como tantas veces, cuando nos ve llegar, se le ilumina la cara de alegría.    ¿Qué nos traéis?.   Esta vez estaba ella sola.   Descargamos y nos enseña los trabajos que habían hecho los niños esa misma tarde.   Unos murales con papel charol recortado y pegado sobre cartulinas.  Si hubiéramos llegado un poco antes …

Nos despedimos y volvemos a nuestra sede.   Nosotros hemos tenido la suerte de poder hacer las entregas y ser el último eslabón de una cadena de generosidad que empezó con unas donaciones de distintas empresas y que pasó por distintos procesos de cargas, descargas, clasificación de productos, inventariado …    ¡Muchas gracias a todos los que colaboráis en estas labores y lo hacéis posible!

Una tarde plena de satisfacciones.   Sin siesta.   Y me lo quería perder …

 

 

 

 

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