Mucho más que una fiesta

Desembarcamos en Villa Paz sobre las cinco y cuarto del martes 12 de julio en el mejor momento de sol de la segunda ola de calor de este tórrido verano.

No nos asusta el calor, la ilusión de la tarde lo merece. ¡Estamos de fiesta! Vamos a montar una barbacoa para las madres de Villa Paz. Así llamamos a catorce mamás que residen allí con sus bebés; no es un sitio definitivo para ellas, es un tiempo en el que pueden enderezar sus vidas con la ayuda y acompañamiento de Sor Cristina.

Suelen estar allí un año, son las reglas…

Pueden buscar trabajo porque hay paz, estabilidad, normas y consejo cuando se necesita. Allí tienen un hogar, tienen ayuda con sus bebés, las asistentes sociales hacen muchas más labores que su trabajo y se ve cómo disfrutan con ellos. Algunas mamás ya no viven en el centro, pero han establecido lazos fuertes de familia y se reúnen en las fiestas y en las ocasiones especiales como la tarde de hoy. ¡Cómo ha crecido Santiago, no lo veíamos desde la Fiesta de Reyes!

Así que va subiendo el quórum, tenemos dieciséis mamás con sus niños y uno más, ya que Teresa, ¡tiene mellizos!

Con nuestros delantales naranjas arrancan las barbacoas; mientras van preparándose las brasas se va generando el ambiente de fiesta. Llevamos pomperos para los niños, pomperos para los mayores, incluso pomperos para las Hijas de La Caridad, que disfrutaron de lo lindo paseando entre las burbujas.

Dentro de Villa Paz hay una residencia de menores, son cinco hogares en los que viven cincuenta niños y niñas menores de edad. La responsable de uno de estos hogares es Marisa, siempre pendiente de ellos.

Imagino lo difícil que es ser “madre” de todos ellos si yo a veces no puedo con dos.

Tal vez puedan incorporarse “sus” treinta y cinco niños a la barbacoa, están saliendo de la piscina y ya han notado el olor a fiesta. Están de vacaciones y a todos les gusta pasarlo bien. Nos parece buena idea, en realidad ya teníamos previstas hamburguesas para todos. Les damos la bienvenida mientras encendemos el resto de las parrillas.

Enseguida se monta una fila de mesas, sillas para todos y tronas para los más pequeños. Traen un hinchable que tiene ducha incorporada. Se agradece mojarse con agua fría para combatir los treinta y ocho grados. Las mamás habían preparado globos de agua para sus niños, pero da gusto ver que aún habiendo vivido lo que ellas han pasado, no han perdido la inocencia del todo. ¡Son las más duras disparando con los globos!

Con mucho cariño y mucho calor, a los fuegos preparamos ochenta hamburguesas, treinta perritos calientes, un montón de bacon y unos diez kilos de patatas fritas. Gracias a Eugenio y Teo de Coca Cola, teníamos bebida para todos.

Después de recoger la cena teníamos una última sorpresa. Montamos un mini rastrillo con ropa para los peques, improvisamos conjuntos, elegimos colores y tallas mientras se las probamos bajo la atenta sonrisa de sus madres. Todas se fueron encantadas pensando qué ropa estrenarían mañana sus niños.

Sobre las nueve de la noche despedimos a las mamás con sus bebés, casi nos quedamos con los mellizos de Teresa, que estuvieron toda la tarde de brazo en brazo de los voluntarios, tan tranquilos. Los niños se acuestan ya, que, aunque es verano, están cansados después de la fiesta. Y allí nos quedamos hasta las diez que tuvimos luz charlando con las Hermanas, comentando lo bien que se pasa en las fiestas y planeando cuándo hacer la próxima.

Fiestas que se enmarcan en el proyecto “Da2” donde se refuerzan los valores de trabajo en equipo y ocio sano; conseguimos que personas externas al colectivo compartan jornadas con ellos haciendo que su día a día sea más feliz.