¡ Fascinante !

Hace unos meses nos escribía por segunda vez en el año Melchor.

Os recuerdo lo que decía:

Pero no creo que pueda dejar de pensar nunca en una pequeñaja de cuatro años que reside en la zona de niños de Casa de Belén. Allí viven niños muy pequeños y muy enfermitos, cuidados 24 horas diarias por un equipo ejemplar de personas que vuelcan su esfuerzo en que los chavalines tengan la mejor calidad de vida posible.

Cada vez que voy, me pongo delante de mi amiga de cuatro años y me pregunto … ¿qué he hecho yo para estar aquí y qué ha hecho ella para estar ahí? ¿Cuáles son los méritos de cada uno?. El valor y la dignidad de los dos es el mismo, y sin embargo la situación de cada uno totalmente distinta.

Y la ves con esos ojitos negros, semicerrados, con la mirada perdida, ausente … y piensas cómo podrías ayudarle, qué podrías hacer para que tenga una vida normal, sin dolores, sin dificultades, ¡como un niño más de tantos!

Y no encuentras respuesta …

Pero al poco de salir de allí, me doy cuenta que ha sido ella la que me ha ayudado a mí. Esa criatura, aparentemente ausente, me ha dejado huella. Una huella honda, de las que te marcan para mucho tiempo. Te vas de allí y ya estas con ganas de volver …

Por ella me siento enormemente afortunado. Yo era el que quería ayudar y me he dado cuenta que era el que necesitaba ayuda.

Ayer tuve la fortuna de ver esos ojos.    Absolutamente fascinantes.

¡Cómo te gustaría conocer a la persona que hay detrás de esa mirada!

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